Todos y cada uno de nosotros nacemos en esta vida con el deseo íntimo y profundo de sentirnos, queridos, amparados, protegidos, cobijados en los brazos de un amor sin límites ni medidas, sin condiciones... un amor que desde nuestra más tierna infancia nos afanamos en buscar entre los seres más cercanos, primero lo padres, más tarde el primer amor... y en los sucesivos... hasta lograr encontrar la pareja perfecta, que nos haga sentir completos... objetivo que enfocado exclusivamente desde ese punto de vista... jamás conseguimos; porque en el fondo y por más que no seamos conscientes de ello, esa aspiración última, no es otra cosa que la sed de un AMOR INFINITO... al que sólo se puede hallar en el camino espiritual.
El bebé se abandona ciega y plenamente para ser cuidado y amado por sus padres, su desamparo es total y no solo su bienestar y felicidad depende de ellos, sino hasta sus más básicas necesidades... para el niño sus padres son todo su mundo, son sus dioses... por más que éstos incluso le desatiendan o le causen daño, el deseo profundo de recibir su cariño es llevado al extremo de la idolatría, defendiendolos a capa y espada de toda crítica, este hecho se comprueba al saber como la mayoría de niños maltratados buscan siempre la relación amorosa con sus padres.
Esta intensa necesidad que tiene el niño, este intenso apego... se va disolviendo con el paso de la infancia a la adolescencia, no sin inevitables conflictos.
El futuro hombre o mujer, poco a poco va siendo consciente de la realidad paternal y de que su infantil visión de la perfección en ellos era errónea, ya que sus padres son tan humanos y tan imperfectos como otros cualquiera... los sentimientos de decepción, incomprensión y soledad colocan al joven al borde de un abismo de incertidumbre, hasta que superado este trance, surgirán nuevos sentimientos hacia a ellos, quizá manteniendo el amor, ahora más racional... quizá oponiendose o incluso rechazándolos... pero con la seguridad de que deben seguir su camino solos... en busca de un complemento que los haga felices...
Pronto el joven adolescente descubre el primer amor, en ocasiones sólo se tratan de amores platónicos idealizando de nuevo ese incondicional afecto y comprensión al que aspiramos desde lo más profundo y se manifiesta en todas y cada unas de nuestras células... luego llega la experiencia física del primer encuentro, de nuevo nos sumimos en un estado de plenitud, de éxtasis... pareciera que volamos, perdemos toda noción real, vivimos fuera del espacio-tiempo, pensamos, escribimos, soñamos en pos de esa relación amorosa que creemos nos llenará del todo... hasta que un buen día, la nube en la que volábamos se torna en tormenta... y la tristeza y soledad de nuevo nos desorienta.
En el libro "Las semillas de la violencia" de Luis Rojas Marcos, en su capítulo de Amor y odio, dedicado a la violencia entre parejas, escribe: "El amor evoluciona. El romance se basa en la idealización del ser amado. Es un acto de imaginación exagerada por el cual el enamorado distorsiona o proyecta sus fantasías de perfección sobre el objeto de su pasión. Con el tiempo y las exigencias y conflictos de la vida diaria, el amor pasional pierde su intensidad y la idealización del ser amado se desvanece y se transforma. Frecuentemente la unión de la pareja se debilita, el amor se apaga y es sustituido por sentimientos de indiferencia, desasosiego, resentimiento y desdicha. Estas emociones paulatinamente se comen el amor. Muchos amores se marchitan inevitablemente y no pocos se desmoronan y se convierten en odio puro. [...] pienso que uno de los ingredientes más constantes de las rupturas traumáticas de hoy es la firme creencia en la relación perfecta. Este ideal, alimenta enormes e inalcanzables expectativas: profunda e inagotable intimidad emocional, total comprensión, eterna satisfacción sexual, mutuo apoyo incondicional, o "el sueño más reciente de la pareja perfectamente simétrica e igualitaria". Sin duda esta imágen idealizada e irreal de la relación amorosa es el caldo de cultivo de la desilusión, del resentimiento y, en definitiva, de la transfiguración del amor en odio."
Cierto es que no todas las parejas tienen un final tan dramático, pero no es menos cierto que en toda relación de pareja hay diferentes momentos que siempre se repiten, la pasión y enamoramiento ciego del inicio hasta lograr poco a poco que ese amor madure y se torne más cotidiano, más humano también... y por supuesto es frecuente que existan conflictos debido a la forma errónea de amar. Y es que nadie nos dió un manual para saber qué hacer, cómo actuar y como amar de la forma más equilibrada... lo debemos aprender casi sobre la marcha... Tampoco cuesta mucho encontrar en la vida quien manipula el amor, quien lo adapta a sus necesidades, infravalora su poder, quien ama egoistamente, quien lo quiere conquistar sólo para él, quien lo encarcela y mutila su libertad, quien abusa sin piedad del "te quiero"... cuando realmente no aman... sino que quisieran decir "te quiero para mí." Hay una hermosa frase de Tagore que describe muy bien el amor posesivo: "Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros; pero ya no producirá flores ni frutos."
Y es que nos queda mucho para aprender que el amor no es posesivo, no acapara, no es selectivo, no es egoista ni tirano, no mutila libertades, no es grosero ni maleducado... el amor es DAR, esa es su esencia, respetando siempre al otro, su personalidad, su madurez, su camino... sin forzar nada.
Efectivamente una relación de amor sana y duradera, debe darse en el marco de la aceptación del otro, no enamorarnos del ideal que soñamos, sino de la persona real y presente que tenemos delante, con todas sus grandezas y con todas sus pequeñeces.
Pienso que no es un error el anhelo de ese amor perfecto, que todos los seres humanos tenemos, sino que el error está en el camino incorrecto que tomamos para lograr encontrarlo, es como intentar calmar nuestra sed con vasos vacíos o intentar resolver ecuaciones de física con poesía... el fallo está en el método, en el camino equivocado, en una falta de información y educación. Esa necesidad tiene su respuesta en el espíritu, en la búsqueda de Dios o como queramos llamarlo... y negar esto es negar lo que somos... otra cosa es que las fórmulas tradicionales que nos han impuesto no nos valgan a nosotros... en cuyo caso tendremos que afanarnos por encontrar la idónea, que se adapte a nuestras necesidades.
En definitiva, siempre que no tengamos definida en nuestra vida, cómo o qué hacer para calmar esa sed de AMOR INFINITO y la acabemos proyectando, aunque sea inconscientemente, en las relaciones humanas... nuestros más sinceros deseos de querernos y cuidarnos... se verán abocados al fracaso... es pretender que un niño de primaria nos de el curso de fin de carrera.
Para amar de verdad se ha de hacer, no solo con el cuerpo, no sólo con la mente, no sólo con la pasión del corazón sino por encima de todo ello, con el espíritu... que es eterno, nuestro amor humano es apenas un simulacro del AMOR divino y para pretender recibir de los demás lo que ansiamos, debemos aprender a darlo primero conforme a la Ley Universal "DAR PARA RECIBIR" o como decía TAGORE:
"TODO LO QUE NO ES DADO, ES PERDIDO..."
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